Cuando la vida te sacude
¿Cuántas veces la vida te ha presentado desafíos que sacuden tu mundo y te desestabilizan por completo?
Momentos de adversidad, cambios inesperados, migraciones, cierre de ciclos, ruptura de relaciones, pérdida de un ser querido, el diagnóstico de una enfermedad… Son muchas las situaciones que pueden convertirse en puntos de inflexión, llevándonos a replantearnos cómo estamos viviendo y qué necesitamos para avanzar.
En mi caso, una de las sacudidas más grandes fue recibir el diagnóstico de una enfermedad autoinmune: lupus eritematoso sistémico. Una condición en la que el sistema inmunológico, en lugar de protegerte, ataca por error a cualquier célula del cuerpo, incluyendo órganos vitales.
Después de 30 años de independencia —y de que mi entorno me viera como “la más fuerte”—, la vida me obligó a detenerme. De repente, mis movimientos estaban limitados, mi cabello se caía, mi energía se desvanecía y mi visión comenzó a deteriorarse. La vida me estaba poniendo a prueba. Fue un punto de quiebre que me llevó a replantearme muchas cosas, entre ellas, lo que para mí era esta “fortaleza”.
La autocrítica y la exigencia extrema
Este momento de vulnerabilidad me invitó a hacerme muchas preguntas: ¿Estaba realmente haciendo lo que me apasionaba? ¿Cómo me estaba relacionando con los demás? ¿Y, especialmente, cómo era mi relación conmigo?
Con el tiempo, comprendí que esa “fortaleza” que tanto me enorgullecía —y que los demás admiraban—, había sido también una carga pesada. Cargar con esas expectativas propias y ajenas me hizo creer que no había espacio en mi vida para la tristeza, las dudas e incertidumbre, la vulnerabilidad o la posibilidad de pedir ayuda.
Esta autocrítica y dureza era como un león corriendo detrás de mí constantemente, empujándome a ser siempre fuerte, a no mostrar debilidad, a exigirme más de lo que mi cuerpo y mi mente podían sostener. Ese nivel de exigencia se convirtió en un estresor crónico que afectó mi salud y, con el tiempo, terminó desencadenando los síntomas que llevaron a mi diagnóstico.
Pero ¿por qué te cuento todo esto? Porque tal vez en tu caso, la autocrítica no se manifieste en la necesidad de ser fuerte, sino en la constante presión por lograr más, en la sensación de que nunca es suficiente o en el miedo paralizante a equivocarte.
La buena noticia es que cuando identificamos de dónde viene esa voz exigente y cómo suena, podemos empezar a transformarla en impulso para nuestro crecimiento.
El poder de la autocompasión
Uno de los mayores retos en este proceso fue abrazar el miedo y la incertidumbre que trajo el lupus a mi vida. Aprender a dejar de exigirme “estar bien” cuando todo mi cuerpo dolía.
La autocompasión me permitió ser amable conmigo y dejar de juzgarme por sentir miedo o agotamiento. Entendí que no tenía que ser fuerte todo el tiempo, y que estaba bien pedir ayuda, porque la necesitaba, tanto física como emocionalmente.
Esto no solo transformó mi relación conmigo misma, sino también la calidad de mis relaciones con los demás. Además, impactó profundamente mi vida profesional. Mi formación como psicóloga se entrelazó con una experiencia de vida que puso a prueba mis conocimientos, permitiéndome acompañar desde distintos espacios, con una conexión aún más cercana y humana.
Pero la transformación no solo fue emocional y profesional, también fue física. Después de años de aprendizaje y transformación, me encuentro en completa remisión, algo que incluso ha sorprendido a los médicos. Hoy mi cuerpo ha encontrado su equilibrio.
La autocompasión fue ese puente que me llevó del dolor al crecimiento, del juicio interno a la aceptación, de la enfermedad al bienestar, de la exigencia desmedida a la excelencia con propósito.
Hoy agradezco al lupus porque, aunque en su momento fue un tsunami emocional, también marcó el inicio de mi transformación, personal y profesional. Me enseñó a priorizar mi bienestar, a vivir con más equilibrio y a integrar la autocompasión como parte fundamental de mi vida.
Cuando la adversidad se convierte en crecimiento
La adversidad puede ser un catalizador de cambio profundo y positivo, pero solo si nos damos permiso de sentir, validar y transformar lo que estamos viviendo.
En tu caso, ¿qué desafíos han cambiado tu vida? Si estas palabras han resonado contigo, ¿qué cambios podrías empezar a hacer desde hoy para cultivar una relación más amable contigo?


Sigamos creciendo juntos
En el próximo artículo, exploraremos cómo se escucha la voz autocrítica en nuestro día a día y cómo reconocerla para transformarla en autocompasión y crecimiento.